lunes, 5 de mayo de 2014

HOY VIENE A CASA EL RATONCITO PÉREZ

Una entrada muy breve para contaros que, en cuanto termine de escribir,  a mi casa vendrá el ratoncito Pérez. 





Envidio profundamente a esas madres que lo tienen todo controlado y cuando a uno de sus hijos se les cae un diente tienen empaquetado el regalito perfecto para la ocasión. Madres que, seguramente ni siquiera se tropiezan cuando entran a escondidas a dejar el presente y recoger el dientecito de su bello o bella durmiente. Bueno, en realidad envidio a ese tipo de madres y a esas otras que se van de vacaciones con su prole y llevan solo una maleta y un bolsito de mano y allí les cabe todo y van tan monas y tan panchas paseando por el aeropuerto mientras Ion y yo arrastramos bultos e hijos.

Nuestros hijos tienen la mala costumbre de ser inoportunos en general y en el tema de que se les caigan los dientes en particular. Hemos vivido a lo largo de los años una serie de catastróficas desdichas, desde caídas de dientes a las 10 de la noche y sin ningún paquetito preparado hasta el día en que nuestra hija mayor (que entonces era aun hija sola) se le cayó el primer diente y, al ir a lavarlo ella sola (autónoma que ha sido siempre la niña) se le resbaló de los deditos y acabó en el desagüe. Y su padre desmontó el lavabo entero hasta que, mágicamente, encontró el dientecillo de su hija; había tantas posibilidades como de encontrar una aguja en un pajar. Yo ya estaba pensando en intentar engañarla con un grano de arroz, a ver si colaba. Pero ahí estaba SuperDaddy, al rescate. 

El caso es que, con el tiempo hemos ido evolucionando y hoy, cuando Ilia nos ha dicho que se estaba comiendo una manzana en el recreo y que se le había caído su primera muela, los dos hemos pensado que era muy pronto... pero ni nos hemos despeinado. Hemos pensado en el regalo perfecto para nuestra hija mediana (un libro), lo hemos envuelto bonito, como a ella le gustan las cosas, y... hecho. Sin misterio, sin dramas.



Sé que algunas pensaréis que el ratoncito Pérez antes traía una monedita o cosas pequeñas, no como ahora, que trae unos paquetes tan descomunales que debe tener unos abdominales envidiables de tanto levantar pesos que no le corresponde. Es que la cosa se nos ha ido de las manos... 

Puede ser. Yo que sé. El caso es que mi hija, aunque hace ya una temporada que ha dejado "de tener fe" mañana estará entusiasmada, como una niña con zapatos nuevos. 

Y eso es lo único que importa. 

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