martes, 19 de mayo de 2015

LOS 18 DE IRUÑA

Asi la despertamos a las 7 de la mañana, con todo preparado y cantándole los 4 "Las mañanitas"


Parece mentira pero ayer Iruña cumplió 18 años. Ion dice que le estoy dando demasiada importancia al número, cuando hay que vivir todos los cumpleaños igual, pero para mí es un año especial. Los 18 son como los 40, algo que hay que celebrar por todo lo alto. Una frontera psicológica . Solo que en este caso la frontera no es ya tan transparente. De repente, esa cosa pequeña de 54 cm y 3 kilos y 1/2 se hace mayor de edad, puede votar, beber alcohol (legalmente), entrar en las discotecas sin que le pidan el DNI (o, al menos que, cuando se lo pidan no la echen para atrás). Y, por supuesto, puede ir a la cárcel.



De repente es como si se hubiera hecho mayor. Y eso es un regalazo. Y acojona. Las dos cosas a un tiempo.

Es un regalazo porque ya no puedo recordar la vida sin ella.


Iruña es como vivir en una montaña rusa de emociones intensas y su padre y yo hemos aprendido mucho gracias a ella, nos hemos divertido, hemos visto la vida con unos ojos nuevos, hemos crecido, hemos aprendido a amar sin condiciones, hemos aprendido que por muy tranquilo que seas, un hijo te puede hacer perder la paciencia algunas veces y que, aun en esos casos debes parecer un adulto controlado, aunque dentro tengas a un niño rabioso. Nos hemos reido a carcajadas y hasta que se nos han caído las lágrimas. Nos hemos emocionado... Hemos empatizado de manera enfermiza. Recuerdo una vez que subimos a Iruña en una cama elástica de esas que te cuelgan con unos arneses y te suben un montón de metros. Yo estaba horrorizada y ella no dejaba de dar volteretas en el aire a diez metros de altura. Tendría 7 años y ya era una saltimbanqui. Miré a Ion y los dos nos estábamos dando vuelo con las piernas, como si estuviéramos también allí arriba.


Ayer cumplió 18 años. Pero, además, hoy ha terminado sus últimos exámenes en el colegio al que va desde que tenía 3 años. Mañana se gradúa (que es algo que en nuestras épocas no hacíamos, pero ahora...). El otro día le dieron la orla (y no se gustaba a ella misma en la foto; como nos pasa a todas. Yo en la mía parecía que me había disfrazado de Laura Palmer. Estaba asesinable, jajaja). Y el domingo votará por primera vez en su vida y allí iremos los tres, mano a mano. Son unos dias de cambios intensos, despedidas, bienvenidas, puertas que se cierran y otras que se abren de par en par, aventuras, de abandonar la zona de confort, pelear por ser feliz.



Ayer en el facebook solo nos pidió un regalo: un poco más de manga ancha. Le contesté que era consciente que se estaba acercando el verano y teníamos que empezar a utilizar menos manga y más tirantes; pero dá miedo hacerlo, soltar la cuerda, dejarla volar.



Y si por algo acojona ver que se está haciendo mayor es por eso. Y también porque nos recuerda el inexorable paso del tiempo y que ya no soy esa cría de 25 años que se emocionó al ver por primera vez la cara de su bebé, que era como un milagro. Recuerdo aquella noche yo durmiendo agotada y Ion asomado a la cuna de su hija, sin poder pegar ojo porque le parecía que aquello era magia y que no podía ser algo nuestro. En realidad, no lo era: era un proyecto de mujer libre, inteligente, independiente, segura y luchadora con la que tenemos la suerte de compartir la vida.

¡Felicidades, Iruña!!



A propósito: hoy he quedado a tomar el café con una amiga y excompañera de trabajo, que tiene la misma edad que yo. Las dos contándonos nuestras cosas: yo que mi hija ayer cumplió 18. Ella que está embarazada de su primer hijo. ¡Larga vida a las mujeres!


No hay comentarios:

Publicar un comentario