jueves, 1 de mayo de 2014

UNA TARTA DE CHUCHES PARA ADRIANA


El domingo que viene hará la comunión Adriana, la hija de mi gran amiga Raquel, y por una serie de pequeñas complicaciones (una cuñada de viaje de trabajo en Lituania, un hermano manitas que tiene que trabajar y cuidar a sus tres hijos y etc…) ella andaba preocupada porque la niña no iba a tener una super tarta de chucherías para su comunión como la que había tenido Nicolás, su otro hijo, que disfrutó de una réplica en gominolas del estado Santiago Bernabeu con sus marcadores y todo.

El caso es que el otro día me llamó por teléfono y me propuso que intentáramos hacerla entre nosotras dos y nuestros hijos. Me dieron sudores fríos. Sobre todo porque siempre he sido una patosa para este tipo de cosas y, claro, era demasiada presión pensar en estrenarnos en un evento tan importante como es una comunión. Si salía un desastre ni Adriana, ni todos los invitados ni, sobre todo sus abuelos maternos, que me conocen desde los 14 años, lo iban a olvidar jamás. Y jamás es una palabra muy fea…




El caso es que ayer, Raquel vino a casa con el porespán y bolsas de chuches como de 1.500 kilos. Colocamos todo encima de la mesa del office y lo empezamos a mirar como miran las vacas al tren. Con mucho asombro.

Después, nos sobrepusimos a la adversidad y empezamos a pinchar lenguas de gato para conseguir rellenar la base (que era inmensamente grande). Después, colocamos fresas para cubrir el borde. Hicimos corazones para las cuatro esquinas. Los rellenamos de gominolas, empezamos a poner jamones en el primer borde redondo y, agotadas, nos pusimos a cenar. 

Para esa hora los niños ya se habían comido una pizza y empezaban a merodear a nuestro alrededor; en realidad creo que era al olor del azúcar.



Ahí fue cuando me jugué con Raquel que nos quedaban por lo menos dos horas más de trabajo. No contaba con que habíamos empezado a coger destreza con las nubes, los corazones, las demás gominolas y, sobre todo, el mogollón de palillos. Tardamos solo una hora y media más. Colocamos regalices redondos, unas ranas que estaban de pie con palillos de colores, otra tira de jamones y, finalmente regalices rojos en espiral y unas pequeñas gominolas de colores. Quedó espectacular. En serio. 



La verdad es que lo pasamos bien. Increíble y maravillosamente bien. Haciendo manualidades. Amigas. Con los niños intentando colaborar (sin demasiado éxito en este caso, pero con mucha buena voluntad). Riéndonos como locas algunos ratos. Combinando colores.

Cuando queráis tener en vuestras fiestas una maravilla como estas ya sabéis: Idoia y Raquel, de la fábrica de ideas Eden Txiki se pondrán manos a la obra y os prepararán exactamente la tarta con la que soñais. 

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